lunes, 15 de febrero de 2016

Reflexiones Sobre La Muerte Y Como Irse

¿Cuál es el truco?- me preguntó con inocencia.

Pregunta extraña. Pregunta extraña en un día extraño. Bha, en un contexto extraño podría decirse… por la situación más que nada, ¿me explico, no?

A ver, extraño por muchos motivos. Empezando por el día. Ponele que eran las… cinco de la tarde. Martes. Día laboral. Ni un alma en la plaza. Hasta las palomas tenían mejores cosas que hacer que estar ahí. Ver quién vuela más alto. Quien entona mejor el “cucuu”, vaya uno a saber a qué juegan las palomas cuando no están en la plaza jugando a hacerte tropezar.

Aparte, amaneció con un sol fuertísimo. Es uno de esos días que vos decís “no llueve ni a gancho” y dejas la ventana abierta confiado como Sansón con el pelo largo. Pero después, llegas a la tarde del laburo a tu casa; en medio de un diluvio, de esos en los que Noé te pasa saludando desde el arca con los bichitos mientras vas nadando por Congreso; y te encontras con que Poseidón está jugando a la mancha en el living con Aquaman. Sebastián está cantando arriba del colchón… un desastre.

Es decir que llovía fuerte. Y que no te esperabas que llueva fuerte. Bha, yo no me la esperaba, vos capaz que sí. Tampoco es que suelo andar prestando mucha atención al clima. Si llueve… y mala leche, me mojaré. Si sos un tipo que mira por la ventana y tiene la precaución de llevarse el paraguas; me saco el sombrero. “Que tipo precavido” diré. Yo prefiero mojarme. Es más romántico. A menos que saquen un paraguas con mango de espada. Ahí sí, me lo llevaría a todos lados. A la playa incluso. Lo usas de sombrilla de última. ¿Por qué no?

¿Qué más tenía de raro el día?

Bueno, por lo general… no es que me enorgullezca ni nada, pero los nenes no se me acercan demasiado. Más bien por el contrario. Lloran. Se esconden detrás de las polleras de las madres, etc. No me molesta. Todo lo opuesto. No me gustan los chicos. Te miran con sus ojitos. Sobre todo en el colectivo. Te miran sin pestañear ¿Viste? Y entonces uno hace lo que cualquiera y le haces una morisqueta “pdddddd” le sacas la lengua. Y el pibe ni se inmuta. Te sigue mirando. Fijo.

Y ahí me entra el terror. Me tiembla la columna vertebral. “Este pibe sabe” pienso. “¡Lo sabe todo!”

Me paranokia. Me paranoicotea. Me paranoiquea. Que me pone paranoico. Y te bajas rápido del colectivo y estas en la loma del quinoto. Jeje, Kinotos.

Bueno como decía los nenes no se me acercan. Sobre todo desde que empecé a usar la técnica de la mirada de “pocos amigos”. Desde entonces no me molestan más. Por eso me resultó extraño que este nene, de cachetes rosados, ojos como platos y empapado hasta la médula se me sentara al lado.

No es que yo tuviera algo que lo atrajese tampoco. Si me decís que estaba haciendo animalitos con globos, vaya y pase. Pero no. ¿Viste que uno reconoce a un uruguayo, porque tiene un termo debajo del brazo y un mate armado en una mano? Vos ves un termo y fija que podes meter guita a que es uruguayo. Si estas con la duda pégale un pelotazo. Apuntale a la nuca. Si el tipo se cae, pero la yerba se queda en el mate, fija fija que es uruguayo. Bueno así como los uruguayos tienen un termo debajo del brazo, yo me levanté esa mañana de sol, cace el cartón de Froot Loops (a mí me divierte más decirles frootsy loopsey, te cuento nomas.) lo trabe debajo del brazo, un bowl hasta el tope de leche en la mano derecha, cucharita arriba de la oreja, cual lápiz de albañil, y encaré para la plaza.

Si, sé lo que estás pensando. “Pedro, vos me estas macaneando” “Tenes menos pulso que el actor de Marty Mcfly” “¿Cómo hiciste para llevarte un bowl lleno de leche hasta la plaza sin derramarlo?” “¿Cómo hiciste para no mancharte?”.

¿Y quién dijo que no me manche? Salame. Sí que me manché. Pero la mayor parte de la leche la fui atajando con la remera. Pero me llevé una de repuesto en la mano izquierda. Jeje. Es que si, en eso soy irreductible. Yo me dije, “hoy voy a comer frootsey loopsey en la plaza”, y voy. Si arranca el apocalipsis… y mala suerte. Yo me voy de la plaza cuando se me acabe la leche. O cuando los cereales se pongan blandos. Una de dos.

Que entre que arranque el apocalipsis, y los cereales se me pongan blandos… no se con cuál me quedo te digo eh. Esta para pensarla.

Entonces ahí estaba yo. Comiendo cereales en el medio de la plaza a las cinco de la tarde un día laboral, bajo una lluvia torrencial, cuando el nene este se me sentó al lado y me preguntó “¿Cuál es el truco?

Que pregunta me metió el nene. Me puse a pensar.

“Calculo que debe andar por el lado de intentar juntar lágrimas cuando te vayas”- Respondí después de un rato. “Podes juntar calidad o cantidad”- agregué de prepo.

“O sea, vos calcula que tenes que hacerlos extrañarte ¿Me explico?”- El nene tiro la pera para atrás y arqueo las cejas.

“Claaaaro”- Continué. “Vos tenes que hacerlos llorar. Si son poquitos, que lloren mucho. Pero mucho mucho. Si logras hacer llorar a varios, no hace falta que lloren tanto. No solo de tristeza. Puede ser de risa también, por tus historias. De nostalgia… pero de tristeza quizá es más común. O más fácil, depende de cada uno. Estaría buenísimo irse como Pappo también eh, ojo al piojo” -

“Si, así. Con todos los macacos haciendo un despiole bárbaro gritando en la calle golpeando el techo del coche fúnebre al compás de: “¡¡¡Noooo see vaaaa, Pappo no seee vaaaa!!! Pero hacer esa debe ser más difícil. Sobre todo lo de hacer que te sigan los macacos” – Le seguí explicando al nene con emoción, que empezó a abrir la boca y ya no la cerró más.

“Así que si, junta lágrimas, que son básicamente con la moneda que le vas a pagar a Caronte para cruzar el río e irte de farra a una fiesta que no terminará jamás. Pero si no juntas las lágrimas, ¿¿con que le pagas?? Nada de cosas raras. Vos hacete querer, siendo vos.”- Le seguí explicando al nene mientras volcaba un poco de leche.

“O todo lo contrario quizás. Lágrimas de odio también sirven. Más de uno cuando yo me vaya llorara porque ya no va a tener chance de que le devuelva alguna guita que me habrá prestado, pero lola, ¿no? ¡Jua jua!”- Empecé a reír y el nene, aun con la boca abierta, las cejas arqueadas, la pera para atrás, empezó a levantar la manito, como para indicarme que quería meter un bocado.


“No, pero pérame nene. Ahora déjame terminar”- Los cereales se empezaron a caer al piso porque la lluvia hacía que el bowl rebalsara.

“Tampoco es cosa de dejar corazones rotos ehh, vos que sos cachetón seguro que te van a perseguir a capa y espada. Pero no te creas que vas a conquistarlas y que van a llorar. No no, nada de eso. Esas lágrimas no duran ni suman nada. Ni en pedo van a ir cuando te vayas. La poesía, la música y el arte sirve para conquistar mentes, no corazones.” – “pero…” –atinó a balbucear el nene.

“Claaaaro, vos entendes nene. Joaquín te voy a decir ¿sí? Tenes cara de Joaquín. Por el corte de pelo tipo cacerola que tenes más que nada” – “me llamo Tomas”-, dijo Joaquín.

“Chist, que es de mala educación interrumpir a los grandes”- lo reté, y al hacerlo le volqué un poco de leche en la cabecita.

“Entonces, para redondear: el truco anda por afianzarse bien a algunos atorrantes, por que juntar una manada de macacos como hizo Pappo no la hace cualquiera. Mejor tener algunos pocos, quererlos, cuidarlos, y hacerte querer. Así lloran cuando te vas los desgraciados. ¿Entendes?”-

Ahí fue cuando el nene me señaló con el dedo el diabolo bronco.

Claro, esa parte me olvidé de explicarla. Aparte de estar comiendo cereales con leche debajo de la lluvia en la plaza, estaba haciendo trucos con un diabolo. Me relaja. Me hace sentir menos culpable por no haber ido al trabajo. El nene me estaba preguntando cómo hice para hacer “la cama elástica”.

“Ahhhhhhh”-Exclamé. “Por qué no me dijiste antes Joako?” – “Tomas”-insistió Joaquín.


“Chist”-le dije. “Toma Joako, teneme el bowl que te muestro mejor. Presta atención. Si queres cómete una cucharadita… total están medio blandos ya”

Pedro Gomez Goldin

No hay comentarios.:

Publicar un comentario