martes, 23 de febrero de 2016

Diario de Citas Desastrosas (Parte 2) Exigencias

El fin de semana salí en lo que, supongo, hoy en día denominaríamos una cita.

Entre cervezas comenzamos la usualmente tediosa rutina del: “¿A que te dedicas?, ¿que estudiaste?, ¿perros o gatos?, etc. etc. etc.”. Esta muchacha en cuestión, no obstante, me metió una variante que debo confesar, me sorprendió y agradó mucho. Me preguntó: “¿Si pudieras pedir un deseo, hoy, ahora en tu vida, que pedirías?”

Ahí me di cuenta que la cosa podía llegar a caminar. Por lo que empecé a acariciarme lentamente la barba (señal universal de que uno está meditando…obviamente), solo para generarle expectativa, porque ya sabía perfectamente mi respuesta.

-“Bueno”- comencé. La muchacha se acercó al borde de su silla y redujo la distancia entre nosotros viéndose innegablemente interesada en lo que estaba a punto de decir.

-“Me gustaría tener enanos”- La muchacha dio un respingo hacia atrás. –“Pero no una manada ehh. 8 o 9 nomas”- “¿Me estas tomando el pelo?”-Preguntó ella.

-“No, no déjame que te cuente”- Y ahí comencé a emocionarme con mi propio relato, gesticulando quizá un poco más de lo necesario, y puede que un porrón de cerveza se haya o no caído sobre su regazo. No está muy claro y no tengo con quien corroborarlo en este momento.

“Yo quisiera poseer 8 o 9 enanos, no solo tenerlos, sino que sean mios. Así como los gringos poseían esclavos negros ¿viste?”- La muchacha se mordió el labio inferior y roleo los ojos.

“Si si”- continué cada vez más excitado. –“tendría 9 enanos esclavos, pero solo con una función”- La muchacha empezó a colocarse su abrigo.

“Les pondría a todos un bowl en la cabeza y los dejaría libres por mi depto, con la condición de que siempre caminen en direcciones azarosas”- La muchacha se levantó. Por lo que intentando salvaguardar la situación elevé mi voz para que no se quede con curiosidad de como terminaba el relato: “¡¡¡¡¡y cada enano tendría un tipo distinto de dip o salsa!!!!!"

"¿¿Entendes?? Vos solo tenes que tener una criollita en la mano o unos nachos y cuando pasa uno cerca, ¡¡ZAS!!, ¡¡metes la galletita!!”- Pero la muchacha ya se había ido y estaba pidiendo un taxi en la calle de enfrente.

-“¿Que tipo de salsas?”- Me pregunto una moza mientras se sentaba en la mesa y limpiaba el asiento que había abandonado mi cita de la noche.


En fin, todo esto era para llegar a la siguiente reflexión personal: ¿Que exigentes estamos todos, no?



Pedro Gomez Goldin

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