Normalmente nadar un viernes a la noche
es una mierda. Si si, una mierda. Excepto hoy.
Quizás me tilden de tipo
otario, de básico, de simplista, de repetitivo. ¿Qué le voy a hacer? Me hace
feliz. Pero bueno, me estoy apurando.
Vamos por partes dijo Jack.
¿Habrá ido por partes Jack a todo esto? Quizás metía a las minas en una
picadora de carne, y hacia un quetejedi enorme de un saque… en fin. ¿Cómo en
The Wall, vieron? Qué película tenebrosa. No me gusta el cine de terror. Me fui
por las ramas.
Normalmente nadar un
viernes a la noche es horrible. ¿Por qué? Porque es viernes a la noche macho.
La gravedad aumenta varios
niveles, cual nave de Goku yendo a Namek. Uno tendría que estar en su casa,
comiendo una pizza con anchoas y roquefort viendo una peli de tiros, patadas y
mucho monstruo. O cenando pan de ajo con salame y un vino.
¿Y de postre? Cerveza con chocolate al compás de un disco de Dean Martin. Fija.
Si si, no me vengan con que
es una combinación rara. Y si me caliento hundo el chocolate en la cerveza cual
Pepitos en el Nesquick. ¿La probaste? ¿No? Me imagine. Anda, hundí un tofi en
una Amstel y después me contas. Yo te espero.
En fin, es una mierda
nadar. Porque tenes sueño, hace frio… justo arranca una de Stallone contra Mel
Gibson que nunca habías visto… pero ponele que juntas energía y vas. Ahí
arrancó lo bueno. Bha si lo digo así va a quedar medio trolazo. Pero huméenme,
digo humorenme. Emmm que me sigan la corriente.
Hoy había un pibe que de
movida me habría caído mal. Me tendría que haber caído mal. ¿Por qué? Porque
las tenía todas. Por empezar daba bronca que tuviera más abdominales, más
fuerza, que sea más rápido… y encima simpatiquísimo. Un mar de sonrisas francas
y miradas compasivas. Todas las minitas de la pileta sonriéndole cual
adolescentes a profe nuevo de inglés. Un asco básicamente. Bajando las
escaleras considere más de una vez “tropezarme” sobre su espinazo. En fin. En
el vestuario dije “a este lo zurto. Pa´ que aprenda” ¿vio? “Ya le voy a enseñar
quien soy yo”. Y en eso, se calza unas bombachas de campo y unas alpargatas.
Ya está. Cerremos el telón.
¿Qué más queres hermano? Todas tenía. Estuve a punto de invitarlo a tomar una
cerveza. Saliendo del edificio apoyada contra un capot había una diosa griega
mirando hacia la puerta. Mirándonos. Bha mirándolo a él. Cuando lo ve sonríe de
oreja a oreja y se pone colorada.
¡Encima mira el pedazo de
novia que tiene el cuelado este! Y ahí casi mande a la mierda todo el
pseudo-enamoramiento platónico que estaba teniendo con este pibe y en un
micro-mili-segundo empecé a conjurar maldiciones para arrojar a los 4 vientos
cual… cual…. ¿Brújula con síndrome de Tourrete? …. ¿va? va.
Y me volví a enamorar. De
él. De lo que vi. De la vida. De mi familia, de mis amigos, de la noche, y de
mí. De todo eso junto. Así de bien me sentí. Ahí fue cuando me di cuenta que
haber ido a nadar fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Él paso por al lado de la
Diosa griega (en este caso es una metáfora lo de diosa griega, era una mina que
rajaba la tierra con cada paso que daba nada mas) como alambre caído y le
estampo un beso enorme a una chica que estaba a dos metros a su izquierda, y
que yo no había visto. Que nadie hubiese visto. Una gordita peluda que
rasguñaba el metro diez con zancos. Parecía un muñeco de nieve con pelos. Sin
embargo frente al brillo del amor que le conferían los ojos de este enamorado,
por un mili-segundo se convirtió en la chica más linda del mundo. Y ellos
fueron perfectos. Y yo me sentí adecuado, vivo. Completo.
Fue tanta mi felicidad que
el Karma (con mayúscula) decidió compensármelo. Me dijo “Pedro, está muy bien
que te ponga contento ver parejas disparejas”. “Lo de que los cantantes tengan
que ser gordos y feos tenemos que corregirlo… pero esto si te lo voy a
premiar”…
Entonces giro hacia la
izquierda y feo una FLOR de Harley Davidson. Y Atrás mío venia un pibe que,
este sí, es un forro. Y yo me dije: “No.. no por favor que no sea tuya. Sos muy
atorrante para tener este pedazo de moto”. Si les cuento que al flaco jamás lo
vi sonreír ni haciéndole cosquillas (está bien, quizás no es muy divertido que
te hagan cosquillas si estas en lo hondo y él usa brazitos, pero en fin) y que
se llevaba su propio secador de pelo (siendo pelado) me entenderían porque me
puse así.
Y yo le apunte a mi bici.
Mí querida y adorada, pobre y horrible bici. Con pena empecé a desatarla y
levanto la vista: una mina casi más linda que la diosa griega del capot del
auto caza un casco, se lo pone y mete las llaves en la Harley.
Mi bici estaba al lado.
Y no me da para decirle
bicicleta porque para decirle así debería estar completa. Esta es una bici y
pidiendo permiso. Y es fea con ganas. Abramos un pequeño paréntesis para que se
imaginen la situación: a esta bicicleta me la intentaron de afanar una vez. Y
el flaco me la devolvió… y me tiro unos mangos. “Ya vendrán tiempos mejores” me
dijo. Esta bicicleta fue comprada por mercado libre a $110 pesos. A un
metalero. De dos metros. Peluquero. Afeminado. MUY afeminado. Situación rara.
En fin, tengo testigos si son necesarios. Volviendo a casa una vez efectuada la
compra le digo a mi testigo en cuestión “che, está un poco incomoda, no tiene
frenos” y el me contesto “porque el asiento es de mujer y no tiene cadena”.
Retomo. La mina pone en
marcha su Harley y yo meto la llave en la cadena de mi bici. Me mira fijo, y
ahí fue cuando el Karma me guiño un ojo. “Sabes que me confundí la tuya con la
mía. Las distinguí nomas por que vos te subiste a esa mas rápido”-dije.
“Jajajaja, que sincronización”- me contestó.
Usualmente este tipo de
mina te intimida con la sola presencia.¿¿Imagínate arriba de una Harley, con
calzas y un casco, mirándome fijo y retrucándome un comentario pelotudo??
Pero tenía al karma y el
amor de la parejita dispareja en mi espalda. “Siempre me pasa lo mismo, la dejo
estacionada entre otras motos, como ella, y después no la encuentro… después
llegamos a casa y me hace planteos por que no la distingo”. “Me imagino”
contestó con una sonrisa picarona. “¿Vivís muy lejos?”…. preguntó.
Y
si bien la conversación siguió hasta que me dio su teléfono, la magia del Karma
quedo demostrada con lo relatado. Y también lo lindo de las parejas disparejas.
Y porque, ir a nadar un viernes, de tanto en tanto, no está tan mal después de
todo.
Pedro Gomez Goldin
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