jueves, 18 de febrero de 2016

Amor en el Subte


¡MARCHE unas papas fritas para acompañar al PEDAZO de fin de semana que me estoy por comer!

Mándamelo al Cairo, a la mesa de los galanes, ahí lo espero. (La de Fontanarrosa)

De corazón les deseo un fin de semana al menos la MITAD de bueno de lo que presagia ser el mío. Para que quede claro, les estaría deseando cuando menos un finde espectacularmente memorable.

¿Cómo sé que va a ser tan espectacular? 

Porque prácticamente ya no necesito nada más. Sí. Ya sé que es viernes a las 18:30 y que todavía ni arrancó…. pero pocas cosas en el mundo me ponen tan feliz como lo que estoy viendo ahora: 

En un contexto del subte hasta la garganta en plena hora pico hay dos chicos en el medio de vagón.

Él y ella.

Ella parece de 18…. y es preciosa, radiante. Es el tipo de chica que te hace comprender por qué se invadió Troya. Sonríe mucho e ilumina el subte con sus muecas divertidas mientras juega con su pelo. Si todo el vagón no se medió enamoro de ella, tendrían que volver a la escuela. 

Y después esta él..... pobre.

Él debe tener 16 como mucho (lo que me da la pauta de que en realidad ella también debe tener esa edad) y es liero con ganas. Dejemos de lado la torpeza que acarrean los 16, quédense tranquilos que la tiene. Dejemos también de lado los granos que le decoran toda la cara cual volcán a punto de erupcionar como en Pompeya. Eso también perdonémoselo. Supongamos que podríamos obviar también su extrema delgadez, su nariz grande y afilada como un sable samurái y sus cejas de hombre lobo. Pero si es menester remarcar ese afro gigante, de pelo pajoso que ocupa 2/3 del subte. No es que compense este físico con gracia él. No no, es torpe y se lo nota incómodo con su incomodidad, valga la redundancia.

¿Qué es lo que me hace feliz de este escenario entonces? Que ella es hermosa. Y él es un desastre. Un feo desastre, ni siquiera uno de esos tiernos. Pero esa risa risueña de ella... es toda para él. Toda.

Se nota, está con él. Y eso me llena. Me hace bien. Me pone estático.

La aventura de la situación está en que él claramente no lo sabe.

Él no se da cuenta. Y si no estuvieran tan cerca de ambos le daría un cachetazo y le diría "¡avíspate querido!" "¡¡Hace algo!!", "¡¿vaya a saber uno cuánto tiempo más tendrás el interés de esta mina?!".... pero se asustaría y no entendería de que le hablo... y aún si lo hiciese... no sabría como manejar esa información.

O tal vez....

Tal vez si... tal vez se dé cuenta...

Y eso me hace feliz.

Pedro Gomez Goldin

No hay comentarios.:

Publicar un comentario